Hace tiempo que se debate acerca de la relación entre América Latina y EE.UU. Y si bien la potencia mundial tiene muchos intereses en la región, desde el fin de la Guerra Fría venimos perdiendo importancia relativa para la política exterior estadounidense. Esto no significa que no le interesemos a Washington, pero en comparación con otras regiones emergentes, América Latina no es una prioridad. En tiempos del mundo bipolar, tuvimos especial atención de EE.UU. debido a que la región podía convertirse en una zona de influencia comunista, después todo eso cambió.
Con Donald Trump ese vínculo parece haber llegado a su peor momento. No existe una dinámica de cooperación entre EE.UU. y América Latina. Solo importa la agenda establecida por Trump en función de sus intereses. Narcotráfico, migración, comercio, son entendidos desde la óptica estadounidense. Más allá de la situación de Venezuela u otros temas de importancia mundial, como Corea del Norte (que mereció una solicitud por parte de Mike Pence, vicepresidente de EE.UU., para que países como Perú y Chile rompan relaciones con el país asiático), no parece que tengamos mucho en común. En ese sentido, ¿cómo se puede explicar que 23 de 28 países del continente hayan apoyado la candidatura de Mauricio Claver-Carone, el candidato de Trump, a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)?
La pregunta resulta más importante por lo que implica la elección de Claver-Carone, un conservador cercano a Trump y muy crítico de cualquier gobierno que cuestione la hegemonía de EE.UU. A partir de estos antecedentes, es obvio que Claver-Carone va a politizar al BID, desviándolo de su papel y sirviendo a los intereses políticos de los sectores más radicales de EE.UU. Asimismo, considerando la cada vez mayor presencia de China en América Latina como una fuente de recursos, dirigir el BID le brinda a EE.UU. una herramienta para competir en términos financieros con China. Es más, si Joe Biden es elegido, el BID podría no ayudar a lo que puede ser un cambio en la relación entre EE.UU. y América Latina. Siendo vicepresidente de Barack Obama, Biden fue parte del acercamiento a Cuba, algo imposible desde la perspectiva de Calver-Carone. El BID podría colisionar con los intereses de EE.UU. en esta parte del mundo. Así, ¿realmente los países que votaron por a favor de Claver-Carone, creen que el BID va a satisfacer mejor los intereses financieros de la región?
Algunos podrían creer que es un asunto de sinergia ideológica, gobiernos de derecha, que hoy dominan el continente, perciben como algo natural alinearse con el gobierno republicano. No obstante, Trump es sinónimo además de intolerancia, racismo, misoginia, xenofobia, habiendo insultado en más de una ocasión a nuestra región. ¿Acaso algún gobierno de América Latina se identifica con esto? Probablemente sea el caso de Jair Bolsonaro en Brasil, pero como explicar que otros 22 países voten por el candidato estadounidense.
Durante la administración Trump, los países latinoamericanos han intentado mantener su vínculo con la potencia no esperando mucho de Washington. Después de la nefasta experiencia mexicana con Peña Nieto en el poder, mientras estemos menos en el radar de EE.UU., es mejor. La inestabilidad de Trump, lo hace poco previsible y por ende, muy riesgoso. Esto, sumado a la manera que la administración estadounidense entiende la relación con América Latina, lleva a nuestros gobiernos a desarrollar una diplomacia que no busca generar escenarios de enfrentamiento con EE.UU. Apoyar a Claver-Carone parece ser parte de esta apuesta. Y por que no, con un BID politizado, este apoyo puede generar algún tipo de rédito material para dichos gobiernos.
Tratándose del Perú, probablemente en épocas de Pedro Pablo Kuczynski hubiésemos votado a favor del candidato estadounidense para el BID, pero con Martín Vizcarra “parece” que esto no ha sucedido así. Kuczynski se alineó en demasía a EE.UU., declarando persona non grata al embajador de Corea del Norte en el Perú y no ofreciendo mayor oposición a la amenaza del uso de la fuerza que EE.UU. constantemente realizó contra Venezuela.
Según fuentes oficiales argentinas (pues la votación fue secreta), el Perú, conjuntamente con Argentina, México, Chile y Trinidad y Tobago, se habría abstenido en la votación. Otras fuentes, menos confiables, señalan a Nicaragua (algo más lógico considerando su gobierno) en vez del Perú como el país que formó parte de este quinteto. De todas formas, partiendo de la primera hipótesis, el hecho que la diplomacia peruana no haya expresado su posición con anticipación (como si lo hizo increíblemente el gobierno chileno de Sebastián Piñera), no ayudó a crear un bloque en la región que permitiese lograr más adeptos y apoyos en otros países (principalmente europeos) para prorrogar la votación para el próximo año. El temor a la reacción de EE.UU. probablemente es la mejor explicación. El resultado, el Perú y América Latina terminaron perdiendo una elección crucial y la política exterior estadounidense demostró, una vez más y en condiciones poco favorables, tener la capacidad de condicionar a la mayor parte de los países de la región. Una lástima.
(Ilustración: elpais.com)