La competencia entre Estados Unidos y China es entendida principalmente como la lucha de poder entre dos potencias por la hegemonía mundial. Es lo que algunos teóricos de las Relaciones Internacionales podrían llamar, un posible momento de transición de poder. Probablemente no es el escenario que hubiera deseado China (por ahora), pues aún no cuenta con las capacidades para retar la primacía de Estados Unidos, pero es evidente que, desde tiempos de Barack Obama, y mucho más claro con Donald Trump, la política exterior de Estados Unidos tiene a China como su principal amenaza y busca hacer frente a ello. 

Para todo el mundo, el desenlace de esta relación adquiere gran importancia. Cualquier cambio en la estructura de poder a este nivel, significaría un cambio en las reglas de juego y en las prioridades de la agenda internacional, siempre en función de los intereses de la nueva potencia hegemónica. El fin del dominio europeo concluida la Segunda Guerra Mundial, cambió por completo toda la dinámica del orden internacional, en favor de dos países que emergieron como superpotencias. El colapso soviético y los inicios de lo que se llamó “el momento unipolar”, tuvo como consecuencia la consolidación del orden liberal bajo el liderazgo de Estados Unidos. Hoy es difícil referirnos a una estructura unipolar o multipolar, más aún si consideramos los cambios en términos de poder que se están dando a nivel global, pero si Estados Unidos deja de tener la primacía en el mundo, muchas cosas pueden cambiar.

Incluso, siguiendo lo desarrollado por la “Trampa de Tucídides”, un sector de la academia pronostica con mucha preocupación que, si China realmente llegase a retar el liderazgo de Estados Unidos, la posibilidad de estar frente a un posible conflicto armado es muy alto (experiencias similares previas así lo confirman). Muchos consideran esto imposible. El nivel de interdependencia que existe entre los países y la capacidad de destrucción de la tecnología militar, han logrado casi desaparecer escenarios bélicos simétricos en la actualidad. Pero, los incentivos que puede generar asumir un rol hegemónico, puede superar los costos de un conflicto.

Si bien, resulta evidente la atención que esta tensa relación entre grandes potencias mundiales genera en todo el mundo, América Latina recién está experimentando los primeros efectos. El interés del gobierno de Trump frente a la presencia de China y Rusia en el país caribeño ha sido llamativo, al punto de amenazar con el uso de la fuerza militar, algo prohibido según la Carta de las Naciones Unidas.

Son continuas las “recomendaciones” por parte de Washington para que los países de América Latina nos alejemos de China. Recientemente, la elección del candidato propuesto por Trump para presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) también se inserta en esta misma lógica. La preocupación de la cada vez mayor presencia de las finanzas chinas en América Latina, ha llevado a la potencia mundial a controlar una de las principales organizaciones financieras de la región. Mauricio Claver-Carone, el nuevo presidente del BID, se ha caracterizado por un discurso muy crítico contra China en esta parte del mundo.

En realidad, no se sabe que tanto se va a involucrar China en América Latina. Su presencia es cada vez mayor, pero aún menor a lo que sucede en otras regiones emergentes del mundo. Todavía no somos una prioridad para sus intereses. Además, ¿para qué involucrarse más en América Latina y entrar en competencia con Estados Unidos en una zona del mundo que es estratégica para sus intereses? Recuerden la importancia que tuvo nuestra región para Washington durante la Guerra Fría. Si la premisa china es no entrar todavía al juego competitivo planteado por Estados Unidos, América Latina puede esperar.

No obstante, académicos como John Mearsheimer han señalado lo contrario. Él cree que China puede ver con mucho interés a América Latina. En tanto, busca alejar a Estados Unidos de su zona máxima de influencia (el Mar del Este y del Sur de China), puede involucrase en nuestra región con el objetivo de cambiar las prioridades de la potencia mundial. En este escenario, la competencia entre China y Estados Unidos puede ser un problema en el corto plazo para nuestros países.

Por lo pronto, esta dinámica parece llegar al Perú. Lo sucedido hace unos días respecto al descubrimiento de una flota pesquera china frente a nuestro dominio marítimo, levantó las alarmas y fue aprovechado por la embajada de Estados Unidos en el país. Utilizando el Twitter como campo de batalla, las autoridades estadounidenses cuestionaron los daños económicos y ecológicos que esta flota podía generar al Perú. Esto motivó la respuesta de la embajada China, la misma que exigió a estos barcos que solo pueden operar en alta mar; además, diplomáticamente y sin referirse a su rival, pidió tener cuidado con la información falsa que se pueda estar difundiendo.

Frente a lo sucedido, las autoridades peruanas tuvieron que comunicar que las flotas referidas realizan su actividad pesquera “respetando los límites y zonas permitidas”. Es más, el mismo Canciller, Mario López Chavarri, manifestó que el gobierno peruano expresó su malestar por lo innecesario e impreciso del mensaje de la embajada estadounidense en el Perú; pero, también dejo en claro que nuestro país no quiere verse involucrado en un impase entre Estados Unidos y China.

Lo cierto es que el Perú no está tan alejado de los problemas que surgen entre las grandes potencias, ni tampoco que no somos de su interés. Así como en su momento, el vicepresidente de Estados Unidos nos pidió romper relaciones con Corea del Norte (si bien el gobierno de Kuczynski no obedeció literalmente, si declaró persona no grata al embajador norcoreano, obligándolo a dejar el país), puede llegar el momento que estemos obligado a elegir. Eso puede darse en el corto o mediano plazo, pero parece que vamos camino a ello. Stephen Walt, señala que si la rivalidad ente China y Estados Unidos sigue intensificándose, los países de América Latina vamos a tener que elegir un bando. ¿Qué deberá hacer el Perú en este difícil escenario? Pensando en nuestros intereses, algunas veces asintomáticos, debemos pensar siempre en ganador, no queda otra.

(Ilustración: globalizacion.ca)